Las noches de verano son perfectas para el buceo nocturno, resulta mucho más agradable la temperatura y la mar suele estar calmadísima.
Bucear por la noche es una de las modalidades de inmersión más apasionantes y que siempre reporta emoción por lo que tiene de misterioso, pues aunque podamos conocer bien los sitios donde nos sumergimos, por la noche cambian tanto respecto al día que cualquiera diría que se trata de otro emplazamiento.
Llegamos a la preciosa cala del Racó, a las faldas del Peñón de Ifach, todavía de día, para disfrutar de la belleza de su paisaje y sin ninguna prisa y con mucha charla de por medio, vamos montando los equipos para, ya con el sol escondido, entrar en el agua.

Los peces que vamos encontrando se muestran casi todos inmóviles o al menos muy poco activos, preparados para el descanso nocturno. Descanso que en el caso de otros habitantes de los fondos marinos se convierte en toque de diana para comenzar su jornada de caza. Así, al poco de sumergirnos y zigzagueando entre las rocas y la posidonia encontramos una morena patrullando exhaustivamente por sus dominios. También de hábitos noctámbulos, la sepia, que busca discretamente alimentos en forma de pequeños crustáceos y alevines de peces y que además en esta época del año está en celo adoptando el macho un llamativo color tipo cebra.

Nos quedamos un rato observando detenidamente cada una de estas especies pues si algo caracteriza a las inmersiones nocturnas es la oportunidad de contemplar animales que de día suelen estar escondidos. No hace falta recorrer grandes distancias, el paisaje no importa demasiado por la noche, cuando la visibilidad máxima es la de la linterna y por tanto poco más de 4 ó 5 metros.
Luego y sobre un blanquísimo arenal vemos la silueta serpentiforme de una cinta, un pez de fondo que vive enterrado en la arena pero que también se activa al caer la noche para capturar pequeños crustáceos y gusanos, y que en caso de verse amenazado no duda en volver a enterrarse comenzando por la parte posterior del cuerpo para dejar sólo visible la cabeza y, si la situación lo aconseja, desaparecer completamente buceando entre la arena.

Así se nos pasó un buen rato, disfrutando en Calpe del misterioso quehacer de estas especies que ocuparon nuestra atención mejor que la más oscarizada de las películas.