Bucear no es sólo introducirse en los fondos marinos y actuar de cualquier manera. El mar es sede del mayor ecosistema de nuestro planeta en el que interactúan millones de seres consiguiendo un delicado equilibrio que es continuamente puesto en peligro por la acción del hombre, y aunque no es precisamente el buceador el prototipo de agresor del mar debe ser también un ejemplo para los demás usuarios y para ello en nuestras incursiones submarinas podríamos observar ciertas recomendaciones
Siempre es necesaria una planificación del buceo. En el acceso a zonas de buceo desde costa, cuando transitemos por parajes naturales hemos de respetar las plantas y animales, por insignificantes que nos parezcan. Así, no debemos tirar residuos al suelo.
En accesos desde embarcación, hay que evitar el vertido al mar de combustible o aceite, así como de los residuos que podamos generar (envases, colillas…). Al fondear lo haremos en las boyas al efecto, y si no las hay, lo deberemos hacer en claros de arena para evitar dañar las rocas y las praderas de posidonia.
Lo bien cierto es que salvo en algunos puntos no existen boyas en muchas zonas de buceo por lo que sería deseable que se impulsaran y apoyaran iniciativas de colocación de las mismas, actuación que muchas veces se propone por los propios centros de buceo.

En el descenso es muy importante controlar la flotabilidad para no posarnos en el fondo, ya que buena parte del daño al entorno se produce involuntariamente por falta de cuidado con nuestra flotabilidad. Un adecuado control del chaleco hará más cómoda y segura la inmersión, evitará dañar el fondo y enturbiarlo y reducirá nuestro consumo de aire.
Al avanzar hay que hacerlo bien equilibrados a por lo menos un metro del fondo e intentando no levantarlo con nuestro aleteo pues además de enturbiar el agua perjudicamos a organismos filtradores o a otros adheridos al sustrato. Tan sólo una pincelada de cómo con nuestra actitud individual podemos colaborar en la protección de nuestros fondos.
