Feeding o el circo con la naturaleza

Feeding o el circo con la naturaleza

En nuestras incursiones submarinas siempre contemplamos vida, en mayor o menor medida pero en estado natural, constituyendo un equilibrado mundo de seres vivos que funcionaría mucho mejor si los humanos no metiéramos tanto la mano….

 

Es una de las cosas que más me fascina del buceo,  el poder contemplar la espontaneidad de la vida sumergida y el comportamiento original de las especies, razón por la cual debemos procurar no  interferir en su rutina, es decir, como he señalado en otras ocasiones, no perseguirlos  ni tocarlos y procurar no alterar su entorno.

 

Después de bucear en el incomparable paraíso de las islas Columbretes y de disfrutar con la abundancia de vida de gran tamaño entre la que nos podíamos desplazar tranquilamente sin que se muestre huidiza o esquiva,  me vino a la cabeza cómo otros acercamientos mayores que rompen la distancia de seguridad que los peces vienen a permitir, sólo los he presenciado cuando el humano ha metido su mano, me refiero a la práctica afortunadamente poco habitual de dar de comer a los peces, el conocido feeding.

Algunos peces pueden volverse agresivos con el feeding

 

La mecánica es bien sencilla, algún centro deseoso de incrementar su clientela acostumbra a los peces de la zona a comer de lo que les lleva. En poco tiempo, los peces ya incluso oyendo el motor de la embarcación se aproximan sabiendo que allí hay comida y se amontonan en las proximidades.

 

Y qué hay de malo en esto? Sin ánimo de ser exhaustivo ni tampoco muy sesudo se me ocurre que si les traen la comida los peces dejarán de buscarla, lo que a la larga les supone una desventaja sobre otros individuos que sí desarrollan estrategias de alimentación, vaya, que pierden instinto cazador. Además, seguro que esta comida seleccionada –aunque sean sardinas de la pescadería- no guarda el equilibrio nutritivo de las capturas naturales. Hay que recordar la anécdota de una zona en el nordeste español donde los buceadores alimentaban a los meros con los huevos duros y las salchichas del desayuno del hotel, y a los meros no sólo se les disparó el colesterol sino también la agresividad pues, impacientes, llegaban a morder al buceador en espera de la comida. U otros casos en los que se alimenta a congrios o morenas que se impacientan y reclaman su ración.

Ni darles de comer ni “hacernos amiguitos” de ellos

 

No sé vosotros pero yo disfruto más, mucho más asistiendo como espectador al espectáculo de la vida natural –sea mucha o poca- que a un teatrillo de farsa repleto de figurantes.

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