Los fondos de la isla de Benidorm son de una extraordinaria calidad, tanto en vida como en paisajes. Hoy buceamos en su cara sur.
En la vertiente SW de la isla comienza la inmersión conocida como Punta Garbí. Hemos venido hasta aquí con los amigos de Nisos porque la mar estaba un poco revuelta y su infalible instinto fraguado en mil inmersiones les enfilaba a este enclave como el más adecuado. Sólo una ligera corriente en superficie y algo de olas, aunque nada más lanzarnos al agua y comenzar a descender nos entusiasmamos porque en nada se veía afectada la visibilidad ni la comodidad de la inmersión.

Descendimos hasta una plataforma a unos -10 m desde la que al asomarnos se vislumbraba perfectamente el fondo, que descansaba sobre los -26 m, en un lecho arenoso. La caída resultaba una delicia, sólo había que planear ingrávidos mientras hinchábamos ligeramente nuestro chaleco para que el descenso se pareciera al de una pluma y poder compensar cómodamente.
Fuimos siguiendo la pared, que quedaba a nuestra derecha y que se presentaba como un muro vertical en el que se iban produciendo pliegues y gargantas. En las balconadas, el techo y las paredes aparecían tapizadas de anémona incrustante, de un amarillo intenso y compartiendo espacio con otras especies como la vaquita suiza, ese pequeño nudibranquio de inspiración rumiante.
Mientras, en el azul se producía la incursión fugaz de afiladas barracudas, o mejor, espetones que es lo que tenemos por estas latitudes, atraídos sin duda por los pequeños pececillos que abundan por todos sitios.

Como os digo, el fondo es blanco y arenoso y lo que nos llama más la atención de él es la cantidad de botellas de vidrio que tienden a agolparse en unos cuantos puntos. No tengo ni idea por qué hay tantas ni de donde han salido, pero desde hace años que están ahí, no son algo reciente, ya parecen formar parte del paisaje y son muchos los minúsculos seres que las han tomado como refugio, como si fueran pequeños adosados de una microurbanización.

La pared va suavizándose y llega un momento en que no es más que una pequeña lengua que se adentra en la arena. Este es buen momento para invertir el rumbo y hacerlo a una cota menor, por encima de la plataforma y seguir entretenidos mientras volvemos a la barca y sorprendernos tal vez con algún hallazgo como el nudibranquio anaranjado que encontramos y que nunca antes había tenido ocasión de ver y que ponía perfecto colofón a otra excelente inmersión en la isla de Benidom.
