La sepia es, como el pulpo, un cefalópodo con el que comparte buen número de características aunque la envergadura de la sepia es menor al no superar normalmente los 65 cms de tamaño y poco más de 2kg de peso. Son bastante abundantes y seguro que la hemos visto en muchas de nuestras inmersiones
Una reina del camuflaje
Pero la sepia no es precisamente fácil de ver, y como siempre la cuestión es fijarse bien porque podemos tenerla a un palmo de nosotros y no darnos cuenta. Y es que las sepias disponen de unas células especiales de la piel denominadas cromatóforos que contienen pigmentos que reflejan la luz.
De este modo la sepia puede cambiar su aspecto mediante los dibujos coloreados de su piel, resultando verdaderamente difícil encontrarla cuando está posada o semienterrada en la arena. Un recurso que no sólo le provee de defensa frente a sus depredadores sino que le otorga ventajas para aproximarse fatalmente a sus presas.
La sepia, voraz depredador
Entre sus platos preferidos, la langosta, otros crustáceos y todo tipo de peces que pueda engullir; y como enemigos de los que cuidarse, a parte del hombre están principalmente el congrio y la morena.
Cuando la sepia está cerca de sus presas extiende rápidamente sus dos largos brazos retráctiles con los que atrapa a la víctima y se la lleva a la boca donde se ayuda con los otros ocho brazos o tentáculos más cortos con los que cuenta.
Uno de los animales más curiosos
También nos llaman la atención los misteriosos ojos de la sepia, que tienen forma irregular, como dibujando una W y que le permiten gozar de una visión de 180º aunque en tonos más bien monocromo pues carecen de la riqueza de la visión en color.
Como su primo el pulpo, la sepia tiende a ser curiosa de modo que pueden tolerar acercamientos lentos del buceador e incluso dejarse acariciar aunque si se sienten peligrar harán rápido uso de la nube de tinta con la que confundir a los acosadores.
Podemos encontrarla por todas partes, aunque sobre todo en fondos arenosos y en praderas de posidonia pero también en sustratos duros con algas, a cualquier profundidad aunque siempre cerca del litoral. Pero para verlas hay que fijarse. Así que vista, suerte… y a la sepia.