A pesar de que hasta hace poco menos de un siglo eran consideradas como vegetales, las esponjas son verdaderos animales que, eso sí, carecen de cabeza o piernas, e incluso de células sensoriales y nerviosas por lo que no reaccionan ante estímulos externos.
Los críos pueden andar confundidos de la hiperactividad del famoso Bob y sus parroquia. Pero las esponjas son organismos sésiles, esto es, viven adheridos al sustrato, pudiendo colonizar no sólo las rocas sino también las conchas de bivalvos e incluso los rizomas de plantas como la Posidonia oceánica. Allí pasan su silenciosa existencia filtrando de 100 a 2000 litros de agua de mar diariamente comportándose de este modo como extraordinarios filtros biológicos, por lo que la abundancia de poríferos suele asociarse a la calidad de las aguas.
Para este agotador filtrado disponen de numerosos orificios o canales por los que circula el agua y donde unas células especializadas retienen el alimento que ésta lleva disuelto, saliendo el agua cribada por otro orificio conocido como ósculo aunque a veces disponen de varios de ellos.
Además, las esponjas se han revelado como una importante fuente de remedios farmacológicos al comportarse como eficaz antitumoral, por lo que la investigación no cesa con estos animales.
Presentan mil y un colores aunque predominen los naranjas, verdosos y grises, en función del tipo de algas simbiontes que contengan. Las formas también son muy irregulares, careciendo de simetría.
Las esponjas son aprovechadas por peces como el blenio que hacen de ella una estupenda guarida con numerosas ventanas mientras que otros como el nudibranquio le sacan un provecho aún mayor, se alimentan de las esponjas.